Esta saludable práctica consiste en diez Padrenuestros y cien Réquiem. Para esto, se puede utilizar el Rosario, recorriéndolo dos veces, con lo que se forma el centenar.
Después de la señal de la santa Cruz, se empieza con esta deprecación:
“Ánimas santas, almas que estáis purgando, rogad a Dios por mí, que yo suplicaré por vosotras a fin de que, cuanto antes, se os conceda la gloria del Paraíso celestial”.
En seguida, se dice un Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri y luego diez veces: Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
Terminada la primera decena, se repite Padrenuestro y se dice la segunda, y así sucesivamente hasta que se completan los diez Padrenuestros y cien Réquiem, añadiendo al último el Salmo de Profundis, con otro Réquiem al final.
De profundis clamavi ad te, Domine;
Domine, exaudi vocem meam. Fiant aures tuæ intendentes
in vocem deprecationis meæ.
Si iniquitates observaveris, Domine, Domine, quis sustinebit?
Quia apud te propitiatio est; et propter legem tuam sustinui te, Domine.
Sustinuit anima mea in verbo ejus:
Speravit anima mea in Domino.
A custodia matutina usque ad noctem, speret Israël in Domino.
Quia apud Dominum misericordia, et copiosa apud eum redemptio.
Et ipse redimet Israël ex omnibus iniquitatibus ejus.
Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
Seguidamente, será muy útil añadir en sufragio de las propias almas las siguientes oraciones o jaculatorias, en memoria de los siete principales derramamientos de la Sangre preciosa de Nuestro Señor Jesucristo:
1.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por el sudor de sangre que padecisteis en el huerto de Getsemaní, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que se halle más olvidada.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
2.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que sufristeis en vuestra cruelísima flagelación, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que se encuentre más olvidada.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
3.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que padecisteis en vuestra agudísima coronación de espinas, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que esté más abandonada.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
4.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que experimentasteis al llevar la Cruz a cuestas hasta el Calvario, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que sea tenida en mayor olvido.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
5.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que aguantasteis en vuestra crucifixión tan cruel, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que se halle más olvidada.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
6.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que hubisteis de padecer en la agonía que pasasteis sobre la Cruz, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que se encuentre menos socorrida.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
7.- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por aquel dolor inmenso que sufrió vuestra alma santísima cuando expiró sobre la Cruz, tened piedad de las almas benditas del Purgatorio, y especialmente del alma de … y de la que obtenga menos sufragios.- Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
Por último, podrá terminarse tan propio como provechoso ejercicio recitando la siguiente oración:
¡Oh Dios, que concedéis el perdón de los pecados y queréis la salvación de los hombres! Imploramos vuestra clemencia, para que, por intercesión de la bienaventurada Virgen María, y por la de todos los Santos, hagáis que lleguen a participar de la eterna bienaventuranza todos nuestros hermanos, parientes y bienhechores difuntos que han pasado de esta vida a la otra. Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo. Amén.
Descansen en paz. Así sea.