EVENTOS

Santísima Virgen y Reina de los Mártires, María, ¡quisiera poder estar en el Cielo, para contemplar los honores que te rinde la Santísima Trinidad y toda la Corte Celestial! Pero como todavía soy peregrino en este valle de lágrimas, recibe de mí, Tu siervo indigno y pobre pecador, el homenaje más sincero y el acto de vasallaje más perfecto que una criatura humana puede ofrecerte.

En Tu Inmaculado Corazón, traspasado con tantas espadas de dolor, pongo hoy mi pobre alma para siempre; recíbeme como participante en Tus dolores, y nunca permitas que me aparte de esa Cruz en la que Tu Hijo unigénito expiró por mí. Contigo, oh María, soportaré todos los sufrimientos, contradicciones, dolencias, para que Tu Divino Hijo se digne visitarme en esta vida. Te ofrezco todos ellos, en memoria de los Dolores que sufriste durante tu vida, para que cada pensamiento de mi mente, cada latido de mi corazón sea de ahora en adelante un acto de compasión hacia Tus Dolores, y de complacencia por la gloria que ahora disfrutas en el Cielo.

Oh amadísima Madre, me compadezco de Tus Dolores, y me regocijo al verte glorificada, suplicándote que también tengas compasión de mí, y reconcíliame con Tu Hijo Jesús, para que pueda convertirme en Tu verdadero y leal hijo (hija); asísteme en mi último día y ayúdame en mi última agonía, así como Tú estás presente en la agonía de tu Divino Hijo Jesús, para que desde este doloroso exilio pueda ir al Cielo para ser hecho partícipe de Tu gloria. Amén.