Oh dulcísimo Corazón de Jesús, siempre presente en el Santísimo Sacramento, siempre consumido por el amor ardiente hacia las pobres almas cautivas del Purgatorio, ten piedad de las almas de tus siervos difuntos.
No seas severo en tus juicios, permite que algunas gotas de tu Preciosa Sangre caigan sobre las llamas devoradoras.
Y haz, oh Salvador misericordioso, que tus santos ángeles los conduzcan al lugar de refrigerio, luz y paz. Amén.
Oh Jesús compasivo, ten piedad de las almas detenidas en el Purgatorio, por cuya redención tomaste sobre ti nuestra naturaleza y soportaste una muerte amarga.
Escucha misericordiosamente sus suspiros, mira con piedad las lágrimas que ahora derraman ante Ti y, en virtud de tu Pasión, libéralas de las penas debidas a sus pecados.
Oh Jesús misericordioso, haz que tu preciosa sangre llegue hasta el Purgatorio y refresque y reanime a las almas cautivas que allí sufren.
Tiende hacia ellas tu fuerte mano derecha, y llévalas al lugar del refrigerio, la luz y la paz. Amén.
¡Oh, almas benditas! Hemos rezado por vosotras. Os rogamos, ya que sois tan amadas por Dios, y que estáis seguras de no perderlo nunca, que roguéis por nosotros, pobres y miserables pecadores, que estamos en peligro de ser condenados y de perder a Dios para siempre. Amén.
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